jueves, 31 de mayo de 2012

La casa de Espartero

Este fin de semana pasado estuve pasando la tarde con unos amigos de la infancia en Granátula de Calatrava, un pequeño pueblo de la provincia de Ciudad Real, que no llegará a los mil habitantes. Se halla situado sobre un terreno volcánico, y hace unos años salió de su sopor rural por un geiser, que se aburrió en poco tiempo. Además de esto, Granátula fue el lugar donde nació el general Baldomero Espartero.

El general Espartero luchó en las batallas más relevantes que entabló España en el siglo XIX: la Guerra de Independencia, la guerra colonial de las Américas y la primera guerra carlista. En todas ellas destacó su carácter duro, leal, valiente y combativo, no rehuyendo de las primeras líneas de fuego, lo que le llevó a ser herido en numerosas ocasiones. Estas cualidades, sumadas a su formación en ingeniería y a sus capacidades de buen estratega le condujeron a desarrollar una carrera militar exitosa.

En el ámbito de la política, se encontraba defendiendo Cádiz del invasor francés cuando se promulgó la Constitución de 1812, lo cual le hizo conocedor de las tesis liberales de la época, las cuales siguió fervientemente toda su vida. Entre los cargos públicos que ocupó, destacan fundamentalmente la presidencia del Consejo de Ministros (por dos ocasiones) y la Regencia. Cuando Isabel II fue destronada por la revolución de 1868, Prim le ofreció la Corona de España, la cual, ya octogenario, declinó.

Las fotografías que adjunto son las de la casa donde nació, en febrero de 1793. En ellas se observa la decrepitud actual de la construcción, con unas paredes desconchadas por los rigores del clima manchego y por la ofensa de los años. En algún tiempo pasado hubo de levantarse un primer piso adicional, el cual ahora se encuentra clausurado, con las ventanas cegadas por ladrillos, aparentemente desde hace no mucho tiempo. Un poste descuelga sus caducos cables de teléfono enfrente de la puerta. Una placa, bien cuidada eso sí, nos ilustra que allí nació el general y lista orgullosamente los títulos nobiliarios ganados con sangre y sudor, los suyos también, no solamente los de sus soldados, en los campos de batalla.

Puede que Espartero no fuera el más simpático de la época, pero no cabe duda de que se trata de una de las personalidades más importantes del siglo XIX en España. Resulta penoso constatar el triste estado en el que se encuentra la casa en la que nació. Podía haberse acondicionado en una especie de casa-museo, para ser aprovechada medianamente, ahora que el turismo rural comienza a asomar la cabeza en la zona. O simplemente, no dejarla morir. Costaría creer la incuria de nuestras autoridades, si no fuera por lo acostumbrados que nos tienen al gasto disparatado en mamarrachadas, cuando no directamente en el latrocinio más canalla. Estamos gobernados por majaderos, que desde luego no tienen ni la lealtad, inteligencia ni principios del general, ni los cojones de su caballo.



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