jueves, 14 de junio de 2012

Esterilidad


Cuando Carmen entró en su casa, escuchó un silencio extraño, un silencio artificialmente creado. Parecía como si unas pisadas y unas voces se hubieran visto súbitamente amortiguadas. No pudo evitar un grito cuando, al encender la luz, vio cómo se abalanzaban sobre ella su hermana y sus amigas Mar y Pilar.

- ¡Sorpresa! –dijeron las tres al unísono mientras se abalanzaban sobre ella, abrumándola de besos y abrazos.

Con los ojos aún destellantes fue poco a poco distinguiendo sobre la mesa del salón un vestidito azul, un cochecito con la cabeza de Pluto y muchos sonajeros y chupetes.

- La próxima vez te acompaño yo a la eco –dijo su hermana Luz.

- ¡Un niño! –exclamó Mar-. Yo creo que a Chema le encantará un niño, aunque, bueno, lo importante es que nazca bien.

- Y guapo –puntualizó Pilar-. Aunque con ese padre será fácil.

- Pero siéntate, no estés de pie, no te canses –dijo su hermana mientras le acercaba una silla.

Carmen se sentó. Sobre la mesa, aparte de los regalos, había también varias latas de cerveza, con y sin alcohol, y varios cuencos con patatas fritas y frutos secos. Carmen cogió una patata y la mordisqueó. La sal le revivió sus labios secos.

- Ésta para ti –dijo Pilar tendiéndole una lata de cerveza sin alcohol-. Y éstas para nosotras.

El teléfono sonó. Carmen ya sabía que se trataba de Chema. Desde que le había dado la noticia, hacía ya tres meses, la llamaba todos los días varias veces. Siempre citaba aquella noche en que después de ver “Los puentes de Madison” habían hecho el amor. Él estimaba que aquél debió ser el día en el que habían concebido al bebé.

- Sí, es un niño –se oyó decir-. Sí, todo bien, muy bien. Sí, eso ha dicho el médico. Hacía un poco de cosquillas y estaba helado. Ya, me imagino que tendrás muchas ganas de volver de Houston. Están aquí mi hermana, Mar y Pilar, me han preparado una fiestecilla. Te dejo, que están aquí esperando. Yo a ti también.

Carmen colgó y dejó el móvil sobre la mesa, al lado del cuenco de las almendras. Cogió una de ellas e intentó quitar la cáscara, pero no lo consiguió. Se la metió en la boca y la masticó lentamente.

- Qué suerte –dijo Pilar-. Un niño. Después de tantos años por fin lo habéis logrado.

Mar le dirigió una mirada fija y acerada.

- ¿Qué pasa? –replicó Pilar-. Eso no importa ahora. ¿Qué más da que hayan tenido que esperar ocho años. Lo importante es que llegó. Siempre habías comentado que como mucho uno, ¿no?

Carmen sonrió y asintió con la cabeza. Las bocas sonrientes de sus amigas se le asemejaron a grandes almejas. Bebió un largo trago de cerveza.

- 0,0 –dijo Pilar-. A partir de ahora, sólo eso, por lo menos durante una temporada.

Su hermana fue al dormitorio. Carmen escuchó un arrastrar de ruedas que chirriaban sobre el parquet.

- Y mira esto –dijo Luz mientras entraba con un cochecito de niños-. Por aquí han pasado ya Jorge, Marcos y Teresa, y ahora se sentará… ¿Cómo lo vais a llamar?

- No sé, aún no lo hemos pensado. A Chema siempre le gustó Mario.

- Pues Mario se sentará aquí, y, ¿quién sabe si alguien más?

Las cuatro continuaron la fiesta hasta que acabaron la cerveza. Luz, Mar y Pilar charlaban a voces y reían con estrépito. Pilar contó varias anécdotas divertidas sobre su oficina.

Cuando se marchaban, bien pasada la medianoche, Mar se acercó a Carmen.

- ¿Puedo? –dijo mientras acercaba su mano a Carmen.

Mar apoyó una mano cálida sobre el vientre de Carmen. Una sonrisa se abrió en su rostro mientras perdía la mirada-. Parece que se nota ya.

Cuando se marcharon, Carmen recogió las latas y vació los cuencos de frutos secos. Se sentó en el sofá y se apretó contra sí un cojín de cuadros rojos y negros. Pensó que tenía el tamaño adecuado para un vientre de cinco meses.

No hay comentarios:

Seguidores