martes, 3 de julio de 2012

Cosas naturales

La semana pasada, la ministra de Sanidad, Ana Mato, nos regaló la primicia de que cientos de medicamentos iban a dejar de ser subsidiados por la Administración, ya que muchos de ellos podían ser sustituido por "cosas naturales". Así, sin pudor, con sus dos ovarios. No entro a valorar el recorte en gasto farmacéutico, ése es otro tema. Lo que me llama ahora la atención, lo que me produce vergüenza ajena, es que la persona que dirige el ministerio de Sanidad pueda comunicarse con tan poco rigor y denotar tanta ignorancia. Cosas naturales. ¿Qué cosas? ¿Cómo puede emplearse un sustantivo tan abstracto a la hora de referirse a medicamentos, por alguien que se supone que debe estar al corriente como poco de lo que está hablando? Hace un tiempo Mato levantó una polémica insulsa al afirmar que los niños andaluces rozaban el analfabetismo. Con declaraciones como la que hizo la semana pasada (y por otras más) es ella la que parece la más completa iletrada.

Una de las razones por las que estamos como estamos es que desde hace demasiado tiempo estamos gobernados por auténticos analfabetos vitales. No saben nada de nada, porque muchos de ellos, en su vida han trabajado. Disculpadme, pero no considero la política como un trabajo. La propia Ana Mato (según la wikipedia, reconozco que no he investigado más, pero no me parece nada descabellado) jamás ha destinado ningún esfuerzo que no sean cargos en su partido o institucionales. Lo mismo puede decirse de su predecesora, la simpar Leire Pajín. O de nuestras Damas de Hierro patrias, Cospedal y Aguirre. La lista es infinita: Pepiño Blanco, Jordi Sevilla, Zaplana, Camps, etc. De nuestro presidente y expresidentes no podemos decir otra cosa (excepto Felipe González, que fue abogado laboralista). No se pueden solucionar los problemas de la  ciudadanía cuando realmente no se conocen, porque no se han vivido nunca. Cuando lo único que se ha hecho es estudiar y aprobar una oposición (en el mejor de los casos...) se carece de perspectiva para poder siquiera entender las vicisitudes a las que nos enfrentamos cada día. Sangrante el caso de Zapatero, que desconocía el precio de un café. Hace poco el consejero de Transportes de la Comunidad de Madrid, si no me falla la memoria, hizo gala de su ignorancia sobre los billetes que ofrecía al usuario su administración. Probablemente, el asambleísta opositor que le afeó este obtusismo, en su vida habrá montado en metro. Y los que critican los recortes (ahora y el año pasado), frecuentan poco la sanidad y la educación públicas. Se ha producido un extrañamiento enorme entre el administrador y el administrado.

No necesitamos esta clase de gobernantes, no nos sirven de nada, no sirven para nada. Necesitamos personas que hayan vivido, que sepan los problemas del ciudadano, y que tengan herramientas y capacidades profesionales para solventarlos. No me puedo imaginar un titular de Sanidad que no sea médico, y haya trabajado en un hospital público, o un ministro de Defensa que no sea militar, o un ministro de Medio Ambiente o Tecnología, que no sea científico o ingeniero. O en su defecto, que se rodee y se deje asesorar por ellos, y no por otro grupo de indocumentados elegidos a dedo. Hacer otra cosa es como intentar curar un cáncer con leche y miel.

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